dissabte, 2 de març del 2013

CASTALLA, CATÍ, RABOSA I ALTRES AVENTURES DE FEBRER




    Hemos hecho Petrer-Castalla- Biar-Villena-Petrer.
A decir verdad, ese día intentamos llegar al dichoso pantano, pero por otra ruta, qué aunque más larga era menos arriesgada respecto a la perdida de la orientación, o sea por Castalla.
    Vía camino de los valencianos rodábamos hacia Castalla pero a mitad de recorrido Chispi comenzó a perder aire de la rueda trasera. En un par de ocasiones le “enchufamos” una bombica (la que mejor parecía funcionar de todas) pero el efecto duraba unos cientos de metros y otra vez a darle al manubrio. Ya con el castillo de Castalla a la vista el sentido común, la sensatez, nos aconsejó buscar un taller de bicis en lugar de embarcarnos nosotros con el cambio de la cámara. Hubo suerte y encontramos mecánico y bar para almorzar justo al lado, con lo cual mientras se llevaba a cabo la reparación nosotros también reparábamos las energías. Miel sobre hojuelas. Además el bar resultó “bo, bonic i barat”  y unánimemente aceptamos la sugerencia del camarero y pedimos la especialidad de la casa que era una coca sobre la cual podías poner cualquier tipo de condumio y como puede verse en la foto elegimos la versión de “coca a la catalana” y fue un acierto total.
    Después del almuerzo, con la bici de Chispi y los estómagos en condiciones, decidimos, de nuevo unánimemente, que Tibi y su pantano quedarían para mejor ocasión, y para que no nos supiera a poco el recorrido subiríamos el puerto de Biar y a casa por Villena, La Colonia y Sax.


La coca catalana. No em negareu que fa bona pinta.

Otro sábado:
Decidimos quedarnos en territorio conocido para poder refugiarnos o retornar en caso de que la climatología se tornara mas adversa de la que encontramos a primera hora de la mañana.
 





Igual que la semana anterior Chispi le dio carácter y personalidad a la excursión, que fue tanto ruta de a pie como ciclista, ya que nos llevó por sendas no transitables en bici para individuos de naturaleza prudente y edad madura como nosotros tres, así que, como en el coche de San Fernando, “un ratito a pie y otro rodando”, aunque Chispi a veces se aventuraba refunfuñando: hace unos años por aquí bajaba yo como un trialero y si me caía rebotaba y ahora como me caiga tienen que venir a recogerme en helicóptero.





   Al salir del extraordinario paisaje arbolado de La Foradá, fuimos a parar a territorio colonizado por el Centro Excursionista Eldense y allí encontramos un ambientazo enorme de gentes que hacían barbacoa, descansaban y reponían fuerzas, celebraban cumpleaños familiares y hasta una despedida de soltero. Como era de esperar de individuos tan sociables como nosotros, saludamos a buena parte de la concurrencia e incluso compartimos alguna “picaeta” con compañeros y colegas de trabajo de Chispi que casualmente andaban por allí de cuchipanda.
   
   Los bueno de Rabosa es que, tras el bocata, la picaeta, el herbero, la charreta y las risas, sin darnos cuenta era la hora de comer y en 10 minutos de bajada estábamos en casa. Una maravilla.



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