Las 8,30h en la explanada, como siempre en horario de
invierno. Luis Xume, Mario y Pepe, solo tres Tortoras. Al final del paseo se ve
venir a un grupo de ciclistas; es Pedro al frente de otros seis. Son una buena
representación de los “Herméticos”, bikers de Caudete, aquellos que en la
primavera de hace un par de años nos condujeron por sus paisajes de las sierras manchegas, con sus crestas pobladas de modernos molinos de viento y a cuya rampa
mas dura, “la Inmortal”, tuvieron el detalle de no llevarnos. Nos presentamos
de nuevo: Tadeo, Pedro, Miguel…… aquí, Luis, Mario, Pepe.
Bueno, ya estamos listos, el sherpa Xume nos indica la ruta y adelante… ¡!Un momento!!, por allí viene un llanero solitario… Es Xopas… Advirtió por whasapp que estaba a medio gas por un catarro insolente que no le abandonaba y que no vendría, pero ahí está, casi llega tarde, pero ha venido a lomos de su más veterana bicicleta dispuesto a todo.
Objetivo: Rabosa y su refugio como lugar de avituallamiento.
Comenzamos con el resuello intacto, charlando sobre la común
afición, pero antes de enfilar para Les Pedreres dejamos claro que la mitad del
mérito de que los Tortora se mantengan unidos se debe a que los almuerzos
forman parte sustancial de la experiencia, incluidos los carajillos si se
tercia, y conforta constatar que ellos también tienen el mismo principio vital,
incluso con alguna salida programada para almorzar en “La Ventica” de Almansa,
lugar de culto gastronómico manchego.
Lo dicho, por Les Pedreres al arenal de l’Almorxó y
siguiendo por la pista hasta Caprala, para reagruparnos y continuar por
L’Avaiol hacia la Casa de la Costa y de ahí al Pau del Búho, al que llegamos
algunos sin respiración, mientras que otros admiraban el paisaje. Fotos, risas,
agua, y nos dejamos caer por la senda que nos llevó hasta la Casa Castalla. De
nuevo reencuentro para encarar el sube-baja trialero que pasa por la Chinquera
hasta la foia Falsa. Por este territorio pudimos observar como algunos
caudetanos parecían levitar sobre la bici, comprobando que experiencia y
juventud son una combinación insuperable. Por fin afrontamos las últimas
rampas, y dando gracias por no dar tanto tumbo gracias al asfalto, nos
dirigimos a Rabosa.
Unánime almuerzo de plato combinado con chuletas de palo de
cordero como protagonistas y hasta con torrija de postre y carajillo, que la
camarera Sara Ojos Verdes no tuvo dificultad en comandar para todos. Al llegar
la “dolorosa”, Pedro, que tuvo el detalle de celebrar su cumpleaños, no
permitió el escote.
Casi hora y media de convivencia en ese precioso sitio
petrolanco, ocupado por cagalderos del Centro Excursionista, y, salvo unos pocos
metros cuesta arriba en las primeras pedaladas, a volar hacia el fin de etapa,
aunque algunos se confundieron (quizá fue la euforia) y tiraron por el Perrió
tras una peña de sajeños. Antes o después todos en el Sucre, y, a la sombra
porque el sol de enero picaba de lo lindo, nos prometimos acudir a Caudete a
devolver la visita. Eso sí, cuando el invierno amaine.
LA LIEBRE
Los que iban delante se paraban y esperaban,
siempre amables...
Los que iban detrás,
iban detrás sin perder detalle
¡AY!